" Son dos cosas las que necesito de un hombre y las pondré de la manera más cruda posible: que me den como caja de vez en cuando y también conversaciones entretenidas que me hagan sentir que el que tengo al lado no es un pelotudo. El dilema que presenta esto es que hay varias opciones que satisfacen esas necesidades. Puede ser un novio, un pinche, un amigo con ventaja o un amante ocasional.
El otro día con una amiga recordábamos eso que se me ocurrió denominar la "incertidumbre del día después". Es un clásico: tienes un puñado de citas, hay tragos, conversaciones interesantes y tarde o temprano te vas a la cama. Lo que pasa al otro día es raro, porque - a menos que te hayan pedido pololeo o algo así - no tienes idea en qué estás. Si bien odio la inseguridad del "¿qué somos, para dónde vamos?" - que me parece muy adolescente -, es necesario definirse desde el principio y soy talibana en este sentido porque para mis necesidades estén cubiertas tengo que tener claro el contexto. No me quiero meter a la cama de alguien con quien no sé que hacer fuera de ella.
(...) Yo soy de la idea de que allá afuera el mundo sí está lleno de hombres interesantes y atractivos. Odio el pesimismo de mis congéneres que opinan que todos son iguales, fomes, planos y complicados. Lo último tiene algo de cierto, pero ¿acaso nosotras no somos complicadas y muchas veces indescifrables también? Desde donde yo lo veo, el problema de los hombres es que están hecho unos flojos incapaces de tomar la iniciativa o unos inmaduros que piensan que "andar" es algo súper cómodo y relajado, como si ese término fuese algo en cuyo significado todo el mundo está de acuerdo.
Al final se trata de tener el control de la situación. No hablo de dominar al otro, hablo de reducir las vacilaciones, porque saber qué tipo de relación tienes es lo que te quita el miedo de dar pasos en falsos y te permite andar tranquila, relajada. No se me ocurre una manera mejor de pasarla bien con alguien".-